18 de noviembre de 2008

Historia del Alto Pirineo

Soy un pobre labrador hace años jubilado, y tengo poca ciencia pero sí mucha experiencia. Para algo valen los años que no pasan en balde. Para que veáis, voy a contar una historia que pasó hace muchos años en un pueblo del Alto Pirineo y que yo no lo conocí, porque aún yo no había nacido. Sé que pasó por la cantidad de veces que lo oí contar. Como os lo cuento, os lo digo a vosotros.Es muy curioso Veáis.


Era un pueblo de lo más atrasado que os podéis imaginar. No tenían ninguna comodidad. Eran todos analfabetos. Sin ninguna clase de cultura. Eran como salvajes. Se reñían entre ellos por cualquier cosa. A veces había muertes violentas. Se robaban unos a otros. Maltrataban y violaban a las mujeres. Se dedicaban a la caza y a la pesca. También hacían algo de carbón de leña en el monte.
Ese pueblo en aquella época era independiente, no tenían tratos con otros pueblos. Ni los otros con ellos por la mala fama que tenían. Su mala fama llegó hasta el Gobierno de Madrid. O sea, hasta el Ministerio de Educación Nacional. Y allí, en el Ministerio, acordaron y conformaron en que el mismo Sr. Ministro fuese a visitar ese pueblo. Y, efectivamente, lo visitó, pero con tan mala suerte que tuvo que salir aprisa y herido, con mucha pena, por lo mal que encontró al pueblo.
Volvió.
Cuando llegó le recibieron muy mal. Como nadie sabía cómo había que tratarle, le recibieron con palabras muy mal sonantes, y con blasfemias, que al Sr. Ministro se le puso carne de gallina.
En medio de la calle tuvo que hablar. Con muy buenas palabras, porque casi temblaba de miedo viendo aquellas caras de brutos y mal hablados.
Les dijo y les ofreció que de parte del Gobierno de Madrid, en aquel mismo año, les harían una escuela para los niños, con vivienda para el maestro. Y completamente gratis para ellos. Les dijo: todos los gastos serán por cuenta del Gobierno. Cosa que a algunos les gustó, pero, otros, le tiraban piedras, diciéndole: márchate, márchate, que no nos haces falta.


Antes de marchar, les dijo, que, el estado corre con todos los gastos, y muchos de ustedes podrán trabajar de peones en las obras y ganarse unas buenas perras en los jornales, que creo no les vendrá mal.
Había muchas opiniones. Tantos síes como noes. Al final, se le acercaron tres o cuatro hombres, al parecer lo más entendidos, y le dijeron: Si el Gobierno paga todo nosotros conformes. Aquí mismo, en medio del pueblo, sobra sitio de 7 casas. Así que, aunque ellos discutían, unos querían y otros no. Al final, marchó el Sr. Ministro a Madrid con el consentimiento y el permiso para el Gobierno haría en aquel pueblo lo que quisiera. Con la condición de que a ellos no les pedieran ni molestaran para nada.
Al llegar, el Sr. ministro a Madrid a su ministerio, les expuso el caso de lo que pasaba en aquel pueblo que había visitado. Entonces, todos los miembros del ministerio vinieron de acuerdo y dijeron: hay que hacer algo por ese pueblo.
El ministro dijo: No solamente algo, Hay que hacer todo lo que se pueda. Yo, les he prometido y ofrecido que les haremos una escuela completamente gratis para ellos.
Así que mandaron a un arquitecto a hacer los planos y el presupuesto. Después, hablaron con varios contratistas de obras, y al que se comprometía a hacer la obra bien y en menos tiempo, se la encargaron.
Comenzaron los trabajos en agosto, y comprobaron que el contratista era bueno y activo, y que estaba acostumbrado a realizar obras para el estado. Así, en diez meses se concluyeron los trabajos. O sea, para el mes de junio ya terminó la obra.


Pero las ventanas le aconsejaron en Madrid, que las tuviera preparadas, pero que no las colocara hasta primeros de septiembre, para que el calor del verano secara bien la obra, y así estuviese en condiciones para el 15 de septiembre, fecha de comienzo del curso escolar.
A primeros de septiembre, llegó al pueblo con los albañiles que iban a poner las ventanas y cristales, también el Sr. maestro con su familia. Su mujer y dos hijos pequeños. Y durante un mes o más, tuvieron muchas dificultades con la gente del pueblo. No les querían hacer ningún favor y se reían de ellos, y claro, como no conocían a nadie, tuvieron muy malos principios.
El maestro era muy bueno, listo y trabajador, pero pequeño de estatura por lo que se mofaban de él. Pero eso sólo al principio, porque poco a poco, se fue haciendo amigos. Al principio de algunos y después de casi todos.
Al inicio, varias familias no mandaban a sus hijos a la escuela, pero los que acudían, cada día iban más contentos, porque el maestro los trataba con mucho cariño y les enseñaba mucho. Contándoles historias en forma de cuentos que a los niños les gustaban mucho. Todos le escuchaban con gran atención, y le empezaron a querer.
Pero la inmensa mayoría de los hombres, eran tan brutos, que si se juntaban en la calle con él, no le contestaban ni el saludo.
Mas a pesar de ser pequeño de estatura era inteligente y ya se las arregló para hacerse amigo del alcalde –que era uno de esos hombrachotes del norte, alto y fuerte, y que de un soplo podía hacer volar por los aires al maestro-.
Por eso, la gente, cuando los veía juntos se reía por la extraña pareja que hacían.


El maestro eral como un niño de primera comunión, y el alcalde, un hombrachón de 115 kilos de peso. Pero, cada día que se juntaban, se hacían más amigos. Con la gran diferencia, de que el alcalde en talento y sabiduría, nada de nada. Y el maestro era uno de esos que se llaman superdotados. Por tener una gran inteligencia.
Así que, el maestro, aprovechó esta amistad, para explicarle al alcalde las grandes ventajas que se puede conseguir con la educación. O lo que es lo mismo, con la instrucción.
Cada día, tenían las conferencias más largas, llegando a pasar el alcalde grandes ratos en casa del maestro. Y, éste, en casa del alcalde.
Esto, cuando hacía mal tiempo, porque cuando hacía bueno, iban al monte, que estaba muy cerca para que conociera el maestro cómo se hacía el carbón –que era lo único que no sabía el maestro-.
Como os podéis figurar, estos paseos y charlas, las aprovechaba el maestro para que el alcalde explicara al resto de los vecinos los temas de los que hablaban. Que no era ni más ni menos, que cosas en las que debían cambiar el pueblo. Como, costumbres malas que tenían, por otras mejores.
Ya a comienzos de noviembre, se reunían, junto al maestro y el alcalde, otros cinco o seis hombres más, y el maestro les dijo: señores, yo fui destinado a este pueblo por el Ministerio de Educación Nacional como maestro de primera enseñanza para los niños de este pueblo, pero yo veo que también Uds., los mayores, Uds. mismos, necesitan aprender muchas cosas. Sé que las necesitan.


He pensado, de que también Uds. podían venir a la escuela. No de día, sino de noche. Un par de horas cada día, en este tiempo de invierno, que, debido a la nieve, lluvia y frío, no trabajan en el monte.
Y si Uds. no quieren venir, porque ya son mayores, pueden venir sus hijos mozos, que son los que tienen más vida por delante, y pueden hacer mucho para que este pueblo se modernice y cambie para bien de todos ustedes, que yo sé que lo necesitan.
Entonces, empezó a hablar el alcalde, y dijo:
¡Qué cosas dice Ud. ¡Nosotros a la escuela como los chavales! ¿Y los mozos?. Ni pensar.
Pero, bueno, si se empeña, les podemos avisar a los mozos, mas no creo que los vea. ¡Cómo cree que van a dejar de ir a la taberna por ir a la escuela!
Uno de los presentes dijo:
Contento puede estar el maestro de que no vengan los mozos porque si les da por venir a todos ...¡pobre maestro! No se meta en esos líos. No se meta, porque un maestrillo como Ud. cree que en una sola escuela se va a poder defender con 33 mozos que tenemos en el pueblo.
Él les dijo:
No me lo pongan difícil, señores. No me lo pongan tan difícil, que nunca es tan fiero el león como lo pintan.
Le volvieron a decir:
Si Ud. no quiere líos, no se los busque, etc. etc. Con los mozos pocas bromas.
Él es dijo:
No, no, bromas no, ni a los mozos ni nadie. Lo que yo quiero es decirles unas verdades como templos de grandes, para que se den cuenta de lo equivocados que están en muchas cosas, y así puedan cambiar para que vivan mejor.
Les aseguro a Uds. que si a mí no me lo impiden, y a poco que me ayuden Uds., espero conseguir, que en pocos meses este pueblo sea otro. Tendrán mejores costumbres. Serán todos más pacíficos, más cariñosos, más tratables, más unidos para proyectar y hacer cosas en et pueblo, etc.
Le dijeron:
Ud. quiere lo imposible. ¿Qué cree que va a conseguir con una juventud que no puede con ella ni la guardia civil, ni nadie?
Miren, Sres., he ido a donde algunos mozos trabajan, he hablado con ellos. Les he dado algunos cigarros. Nos hemos reído. Y les he dicho, que este invierno pueden venir a la escuela, por la noche, los días que quieran, un par de horas diarias. Y además, que aparte de pasar dos horas alegres, entre jóvenes, aprenderán cosas necesarias.
También el alcalde le dijo al maestro.
Si se empeña, inténtelo, pero no creo que vayan a la escuela dos días seguidos. Más contentos van a la taberna.
Al fin, les avisaron a todos, y sólo tres fueron el primer día, pero salieron tan contentos, que al salir de la escuela, en vez de ir a sus casas a cenar, pasaron por la taberna a contar a los otros mozos lo bien que lo habían pasado. Que el maestro les había contado cosas interesantes, etc.En resumidas cuentas, que el día siguiente, asistieron diez mozos a clase. Y al siguiente, 25. Y todos salieron encantados por las enseñanzas del maestrillo, tan pequeñarro. Y a la semana siguiente, ya iban bien puntuales, todos los mozos del pueblo. ¡Los 33!
Fueron todo el invierno, sin dejar un solo día. Cada vez más contentos.


Al principio, sólo dos sabían leer y escribir mal, y sumar cosas pequeñas. Pero desde noviembre, empezaron a ir hasta abril, y entonces ya todos aprendieron a leer, escribir, y las cuatro reglas básicas –sumar, restar, multiplicar y dividir-. Incluso a despejar problemas y algunas cosas más, como por ejemplo, a saber presentarse en público, saludar a un superior, a las autoridades provinciales –como a Sr. gobernador, al Sr. presidente de la diputación, al Sr. obispo, al alcalde de su capital, etc.-.
O sea, que cuando empezaron a ir a la escuela eran analfabetos, sin educación ni cultura –eran como salvajes-, pero en pocos meses cambiaron tanto que casi no eran conocidos. No parecían los mismos. Habían aprendido a hablar bien, a expresarse con educación, respeto y cariño.Esto fue gracias al maestrillo pequeño. A aquel a quien, en un principio, se reían de él. Pero ya luego, ciertamente, ya no lo volvieron a hacer.
Él sabía cómo llegar a ellos, cómo comunicarse, siempre cariñoso, cercano. Hizo lo que sabía en el pueblo: educarles a todos. A niños, jóvenes y mayores. Porque todos tenían falta de formación. Porque eran casi como brutos animales.
Este maestro fue para el pueblo como una mina de gran valor.
Mirad lo que hizo para darles a entender lo mucho que vale una buena educación. Y por el contrario, los grandes males que acarrea una falta de instrucción.
Un día se presentó a la puerta de la escuela un coche con matrícula de Valladolid. Los del pueblo, cuando lo vieron, se acercaron a curiosear, porque querían saber quién era el que venía a casa del maestro, y qué era lo que traía.
El que vino, preguntó si allí vivía el maestro.
Le dijeron que sí.
Era un primo del maestro, y le traía cuatro cajas de madera que éste le había pedido. Entre ambos, subieron las cajas a la escuela y las pusieron dos a cada lado sobre la mesa del maestro.Tenía otra caja encima de la mesa –ésta de hojalata, más pequeña, como las que llevan los que se dedican a hacer chapuzas-
.Seguidamente, cerraron las puertas y se fueron a merendar. Después, fueron a echar un trago a la taberna para que viera el primo cuál era el ambiente del pueblo y cómo era éste –pues tenía edificios antiguos, fuentes, etc. interesantes, dignas de ver-.
Luego, se despidieron. El primo, montó en su coche y marchó camino de su tierra. Al despedirse, le dijo al maestro: bueno, adiós, hasta que tú me devuelvas la visita. ¡Ah, y espero que con la mercancía que te he traído queden los de este pueblo muy contentos!
(Ya os había dicho al comienzo de este relato, que en este pueblo, eran un tanto desconfiados, y que cuando llegaba un forastero no le quitaban la vista de encima, hasta que se marchara).
Muchos del pueblo habían visto cómo descargaban aquellas cajas y estaban intrigados por qué pudieran contener. Cada uno pensaba una cosa distinta.
Como eran vísperas de Navidad, algunos pensaban que serían golosinas para ellos. Otros, que serían juguetes para repartir a los niños más listos. Mas todos estaban nerviosos por conocer el contenidos de las dichosas cajas.
Sin embargo, ninguno adivinó, verdaderamente su contenido.
Entretanto, aquella tarde, el maestro habló con el alcalde y le dijo que avise a todos los hombres del pueblo para que fueran a la escuela.
A los mozos, no, porque los mozos ya venían seguro, sin avisarles.
Ese día el maestro quería que fueran todos los hombres del pueblo a la escuela porque tenía que darles a todos una gran sorpresa.
Muchos, no habían hecho caso del aviso. Pero como se corrió la noticia de las cajas y del forastero, sólo por la curiosidad despertada, fueron todos. Creyendo que el maestro les iba a dar algún regalo de Navidad.
Mas nada de esto ocurrió. Sino algo bien distinto que ninguno sospechaba.
Cuando todos los hombres –y mozos- del pueblo entraron en la escuela, el maestro les dijo:
Muchas gracias por haber venido. Y a continuación cerró la puerta por dentro. Luego, se dirigió a su mesa, pero no se sentó, sino que les invitó a que se sentasen todos. Y a continuación les echó un mitin. O sea, una charla, muy cariñosa, eso sí, en la que les explicó la gran importancia que tiene el que todos los pueblos, lo antes posible, se instruyan, se eduquen y se modernicen, para que la vida de las personas sea más cómoda y alegre, y con una PAZ SEGURA.
Y para que vean Uds. la diferencia que hay entre un pueblo culto y educado, de otro inculto y sin educación, les voy a demostrar esta noche con unos ejemplos ahora mismo.
A continuación, todas las miradas todas las miradas de los presentes estaban fijas en el maestro, pensando en qué sería lo que iban a ver.


Entonces, el maestro, sacó de la caja de herramientas un martillo y una tenaza, y les dijo:
Ahora van a ver la primera sorpresa que tengo para Uds. Y con el martillo y la tenaza, en presencia de todos, desclavó la primera de las cuatro cajas que tenía frente a su mesa.
Todos tenían la vista fija en la caja y en las manos del maestro. Y ... ¿sabéis que pasó en aquel momento?.
Que al quitar la primera tabla de la caja, y ver la abertura y la luz, saltó como un rayo, una liebre hermosa, que al ver a tanta gente, se vio tan asustada que volaba más que corría por encima de las mesas vacías.
Porque todos se levantaron arrimándose a las paredes, mirando a la liebre, que corría que se las pelaba, queriendo buscar puerta, ventana o agujero por donde escapar. Pero nodo estaba muy bien cerrado.
Al darse cuenta de que no podía escapar, todavía seguía corriendo. Y más tarde se dio cuenta, que nadie le perseguía. Entonces, se quedó quieta, encima de una mesa, pero con los ojos muy abiertos, por si acaso.
El maestro, abrió la segunda caja, ¿y qué creéis que salió de la segunda caja?
Salió un perro salvaje, que, al momento, se dio cuenta de la presencia de la liebre y sin hacer caso de los espectadores, echó a correr hacia ella, para atraparla.
Ésta, corría por donde podía. Igual brincaba por encima de las mesas, que por debajo, que por los hombros de los espectadores –que seguían estando junto a las paredes para así dejar libre toda la escuela a la “gran persecución”-.


Después de tanto correr, la pobre liebre se cansó tanto, que el perro la alcanzó y sin hacer caso al amo –o sea, al maestro-, que lo llamaba fuertemente, en cuatro mordiscos la mató y descuartizó. Y de otros cuatro mordiscos se la comió entera, sin dejar nada más que pequeños trozos de piel.
Cuando ya la había matado –antes de comérsela-, se le acercó un hombre –fuerte y joven- para quitarle la liebre. Pero también se le tiró al hombre, y gracias a que otros hombres salieron en su socorro, se retiró.
Después de comérsela entera, el maestro abrió la puerta y el perro marchó a beber agua. Entonces, el maestro volvió a cerrar la puerta, fue a su mesa y volvió a hablar.
Les dio una conferencia. Antes, les dijo que se sentaran, y así, sentados, escucharon atentos. Al fin de la charla les dijo: aún tengo otras dos cajas que abrir. Pero no se apuren, que estas cajas no contienen ninguna cosa mala. Sino al contrario. Éstas contienen una cosa muy hermosa, digna de ver. Sé que les va a gustar mucho.
Entonces, se preguntaban unos a otros ¿qué tendrá en esas cajas? Pero enseguida lo vieron. Desclavó la tercera ¿y sabéis qué salió?
Pues salió otra liebre grande de dos colores. Más bonita que la primera. Y ésta también corría muy asustada por toda la escuela, hasta que se cansó y se quedó quieta, encima de una mesa vacía. Pero con los ojos muy abiertos, mirando a todas partes. Pero como nadie se movía, tampoco ella lo hacía.
Seguidamente, el maestro abrió la última caja, la cuarta, de la que salió otro perro, mayor que el primero. Pero éste salió muy despacio y se quedó quieto, mirando a la gente, con la cabeza baja, como vergonzoso.


También se dio cuenta de la presencia de la libre. La miraba, pero seguía quieto. La liebre, al contrario, en cuanto vio el perrazo, echó a correr brincando de unas mesas a otras, o entre la gente, muy asustada. Pero como el perro no se movía, ella se fue sosegando, y se paró, mirándole muy atentamente, por si acaso.El perro, también miraba a la liebre, pero muy tranquilo. Después de un buen rato, el perro comenzó a dar pequeños pasos en dirección a la liebre. Ésta, brincó a otra mesa, después a otra.
El perro seguía dando pasos muy despacio. Siempre mirando a la liebre. Y, claro, como la liebre veía la mansedumbre del perro, comenzó a admitir que no quería atacarla.
¿Sabéis que hizo la liebre?
Se quedó sentada encima de una mesa, y así sentada, esperó hasta que poquito a poquito fue llegando el perro ... y se sentó junto a ella. Sacó la lengua y le lamió el cuello y la cabeza.
Después, se tumbaron y durmieron juntos.Entonces, el Sr. maestro explicó lo que significaban estos y otros ejemplos, para que comparan las diferencias entre un perro y el otro. El primero, salvaje, agresivo, sin educación. El otro, civilizado, manso, bien educado.
Y para que entendieran mejor, el maestro empleó frases sencillas y certeras, claras pero profundas, y lo hizo tan bien que no lo hubiera podido mejorar ni el mejor ministro.
Porque, como os he dicho antes, este maestro, aunque era pequeño de estatura, era de talento enorme. ¡Vamos, un superdotado!


Les dijo:
Estos animales, a pesar de ser animales de distinto color, distinta raza, distinto sexo, criados en distintos sitios, sin embargo, no se odian. Es más, se quieren. No tienen discriminación racial.
Este segundo perro, no solamente nos ha dado ejemplo con su educación a unos pocos hombres que hemos visto su comportamiento, sino también a las grandes naciones, como Rusia o Estados Unidos, que no se aprecian, por ser de distinto color, raza, ideología, o continente.
Como véis este perro da ejemplo de paz a todos. Desde nosotros, a los grupos o a las naciones que piensan sólo en sí mismas o en guerras cada vez más terribles.
Porque no se quieren fijar en ejemplos como éste. Por eso, cuando se compra un animal, de cualquier clase, debemos al examinarlo, primero, mirar si está bien domado. O lo que es lo mismo, bien educado, para ver si podemos vivir con él contentos y en paz.
Y si esto hacemos con los animales, mucho más cuidado e interés hay que tener para elegir, amigos, esposo o mujer. Es necesario saber elegir bien a nuestros compañeros, porque si un amigo es bueno, a veces te saca de apuros económicos, otras veces, te divierte, alegra tu vida, te acompaña.
Pero si no aciertas, si eliges mal, y te dejas engañar por él, te traerá una cadena larga de males.
Por eso, mucho más necesario es saber elegir esposo o esposa, porque eso sí que tiene importancia. Elegir la compañía de toda la vida –mientras estamos en este valle de lágrimas ... y de algunas alegrías-. Porque tarde o temprano, nadie se libra de penas y sufrimientos –como ya nos avisa la Salve al recordarnos que este mundo es un valle de lágrimas-.


Así que, atención, dime con quien andas y te diré quién eres.Todos estos consejos y ejemplos les puso un maestro nacional a los habitantes de un pueblo pequeño, entre montañas, en un estado muy precario. Pero sólo en dos años cambió tanto, que se puso a la altura de los pueblos más adelantados de su comarca.
Este maestro vivió tres años allí, donde murió debido a una pulmonía. Entonces, todo el pueblo se dio cuenta del cambio que habían realizado, de su progreso, y de los grados de felicidad conseguidos ... y que todo se lo debían a su maestro.
Así que, cuando murió, sintieron mucho su pérdida, lo echaron en falta, y con el deseo y la conformidad de todos los habitantes, en la plaza mayor, hicieron una escultura o monumento de bronce para recuerdo de futuras generaciones y como pequeña muestra de agradecimiento.
Porque decían todos, que ese maestro había descubierto una mina. Y que éllos, después de haber muerto él, la seguían explotando.
Querían decir, que pasaron de la ignorancia a la sabiduría.
A esto le llamaban “mina en explotación”.

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