15 de noviembre de 2008

La Cruz


Ésa, la tuya y la mía. No de colgar al cuello, sino la de llevar en hombros, cada día, la que pesa, y duele, la que cada mañana nos la ponemos encima, de la misma forma que nos ponemos el vestido.
Alguna vez, ni nos atrevemos a nombrarla, pero ésta hay. Porque no hay cristiano sin cruz, ni Pascua sin cruz, ni Cristo sin cruz, ni hombre sin cruz.
La cruz viene a ser para cada hombre, el semáforo de Dios. Porque se construye a base de enfermedades y dolores, hambres y guerras, adiós, soledades, injusticias, esclavitudes, incomprensiones y desamor.
Tener inteligencia de la cruz, es ir descubriendo cada día, es aceptar sus desgarrones y arañazos, los de esa cruz pequeña de cada minuto. Que por ser tan pequeña, insignificante, es más difícil de descubrir, si no se está atento.
Lo que asusta de la cruz, no es su peso, sino su longitud. Pero ocurre, que lo que se proyecta en nuestro caminar, en su sombra mayor siempre, que su estatura de verdad.
Ante la cruz verdadera sólo cabe una postura:
FORTALEZA

Porque nos vendrá por entregas.
No nos la dará el Sr. toda, en un tamaño, y de una vez. Por lo cual se necesita mucha FE, para aceptarla
En todo instante.

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