15 de noviembre de 2008

San Vicente de Arana

Su Historia antigua y moderna :

La sierra de Entzia constituye el macizo montañoso del sistema central de la provincia de Álava. Con alturas que sobrepasan en muchos puntos los mil metros, y proporcionan al excursionista maravillosos parajes de expansión.
El punto en que lindan con la Sierra de Bitigarra, es un bonito paso de montañas, que se formó en pasados tiempos: el renombrado Estrecho de Santa Teodosia.
Por este estrecho o puerto circulaba todo el comercio de Rioja a Guipúzcoa pasando por Santa Cruz de Kanpezo y el famoso solar de Pierdola, antes de adentrarse en la sierra para llegar a Salvatierra/Agurain, una vez saldada la sierra llegando a la llanada de esta villa.
En este punto de linderos de las dos sierras se halla la célebre ermita de Santa Teodosia, que dio nombre a puerto. Construida a 1.050 metros de altura es un lugar de maravilla.
La ermita es amplia, rústica, pero de elegante aspecto. Con un bonito pórtico formado por columnas de piedra de singular prestancia, y en él, un balcón de hierro, que sirve de púlpito en las grandes manifestaciones piadosas, a las que la ermita está muy acostumbrada.
Su interior, es también sobrio, limpio y agradable.
A través de un airoso ventanal de la cúpula, penetra la luz al recinto, deja ver perfectamente, un altar neoclásico que sirve de trono a la imagen de la titular, y a dos altos relieves, con escenas de la vida de la santa.

Todo ello fue restaurado en el año 1906. Con donativos de D. Prudencio Platero y Dña. Juana Jil. Como reza en la inscripción del frontis del altar.
En el suelo, una lápida de piedra muy bien labrada nos recuerda que aquí yace Joan López, ermitaño. Pasó de esta vida a 2 de junio, año 1547, y que Ernando de San Vicente, ermitaño, hizo esta piedra. Por élla vemos la antigüedad de la ermita, y la existencia de ermitaño, que hasta hace pocos años, ocupaba la vivienda adosada a la ermita.
Por cierto, que ha habido épocas en las que no uno sino dos eran los ermitaños que allí vivían. Así se desprende del acta de toma de posesión de todo ello que hicieron el año 1697, la villa de San Vicente de Arana, como patrón de la misma.
De entonces acaso sea el precioso humilladero que se encuentra en el campo a corta distancia de la ermita, perfectamente labrado, con relieves de los evangelistas, en tres de sus lados, y una reciente alusión a los caídos en la última guerra –que al parecer sustituyó al cuarto evangelista-.
Sin embargo, de lo dicho, la ermita con ser tan antigua, viene a sustituir a la que mucho tiempo antes, se construyó cerca de la actual, en la sierra de Entzia, en el término que hoy todavía se conoce como Santa Teodosia Zarra.
El ligar es escenario de frecuentes romerías, de diversos puntos de la provincia y de la cercana Navarra. Y a élla acuden de rogativa, por la Asunción del Sr., los vecinos de San Vicente Arana, que por cierto, cuidan del ermita y sus alrededores maravillosamente, haciéndose dignos del aprecio general.

Desde estas alturas, las vistas son hermosas. Las crestas de Urbasa, las cumbres de Markillano y Balderana, los riscos del Ioar y San Cristóbal de Oteo. Y al fondo, la Sierra de Cantabria, constituyen todo ello un deleite para el espectador.
Abajo, a los pies de la ermita, el bellísimo valle de Arana, regado por el Biarra, de fértiles campos de cereales y tubérculos. Poblado por las aldeas de Alda –que es la capital administrativa del valle-, y por las villas de Ullibarri, Contrasta y San Vicente.
San Vicente es –ya se ha dicho-, la que ejerce el patronazgo de la ermita en cuyo término se eleva. Sus gentes, son las que más frecuentemente suben a ella, la cuidan con esmero y las que han construido un admirable camino o carretera hasta Iturrieta, para alivio de peregrinos.
San Vicente de Arana es una preciosa villa alavesa. Antiguamente, sus habitantes, lo eran de la aldea de Berberiego, situada junto a la sierra, al norte de la población actual, y de la que sólo queda el recuerdo documental de su existencia. Sus moradores la abandonaron en el siglo XIII. Como así se lo hicieron saber al rey Alonso de Onceno, manifestándole que en tiempos de su anuelo Alfonso X, vivían en Berberiego, y sus casas eran de señores que les apremiaban a pagar tributos, funciones y jantares como solariegos y que por eso hicieron sus nuevas casas alrededor de una iglesia que dicen de San Vicente, y que allí se fueron todos, en tiempos de Alonso Don Fernando.
Y que seguían siendo aldea de Contrasta, de donde recibían algunos agravios, y que de seguir así, se marcharían a vivir a otro sitio.

El rey, por célula de 15 de mayo de 1364, le concedió el título de Villa, y la hizo Realenga. Ello ocasionó varios pleitos con la corona de Lazkano, que como señores de Contrasta, querían imponer a los de San Vicente algunas gabelas, pero salieron siempre victoriosos, y todavía conservan sus archivos. Preciosos documentos que lo acreditan de Juana la Loca, Felipe IV, etc.
Hoy, las calles de San Vicente y sus plazas, están muy cuidadas. Sus calles reflejan el buen gusto de sus habitantes, y muchos de ellos pregonan con sus blasones la doble estirpe de sus moradores.
La iglesia parroquial es gótica, de muy buenas proporciones. Su altar mayor es doble. Sobre el altar del Sacramento se abre otro de fino gusto plateresco, dedicado al titular con muy buenos relieves de la vida del santo. Escenas de la pasión del Señor, así como imágenes de la Visitación y los santos mártires.
Su construcción sigue la línea de las de Getaria y Santo Tomé de Ávila. En una de sus paredes, hay un bello escudo de los Reyes Católicos policromado.
El pórtico construido con piedras de Berberiego, de las casa que allí había, fue agrandado para dar cobijo a las Juntas Generales de Álava, en su sesión de tierras esparzas, en mayo de 1966.
Los de San Vicente Arana, son muy hospitalarios, y amantes de sus tradiciones. Su hospitalidad les viene de antiguo. Basta leer los documentos de su archivo para cerciorarse de las finas atenciones que tenían con todo el mundo. Con mercaderes, pastores, a quienes obsequiaban por Pascua de Resurrección y por las Navidades. Así como por Carnestolengas, y con la autoridad local, a quien iban a dar la enhorabuena y parabien a sus casas, en las Pascuas de Natividad del Sr., obsequiándoles con vino.

Siguen obsequiando al visitante lo mejor que pueden, de tal suerte, que puede afirmarse que nadie es forastero en San Vicente Arana.
Son también amantes de sus tradiciones, y en efecto, las cuidan con esmero, evitando su pérdida, y practicándolas, desde hace siglos. Hay que ver con qué cuidado y entusiasmo celebran cada año la ceremonia de “subir el mayo”. Cómo suben a la Sierra de Bitigarra a elegir la más alta y mejor de sus hayas, para arrastrarla hasta la villa.
Allí, la adornan con espadas de madera, la Santa Cruz de cera –hecha especialmente para ello por las mujeres de la villa-. La bandera es los corporales que tuvieron el cuerpo del Sr. la jornada de Jueves Santo.
El remate en Cruz de todo el Mayo, y el gallo en lo alto que marcará durante el verano la dirección del viento. Colocado todo ello en el árbol bendecido solemnemente, besada por todos, la Cruz de Cera se eleva entre la emoción general.
Se le ofrecen músicas y danzas del país. Y se le tiene de esta forma presidiendo la vida de la villa, hasta mediados de septiembre, que se baja con la misma solemnidad que al subirla. Se agradece la protección contra las tormentas que se ha tenido gracias a su mediación como antiquísimo amuleto o pieza de conjuro.
Constituyendo esta práctica un uso frecuente, hasta hace pocos años, en otros muchos sitios o pueblos de la provincia, que en algunos se conservan con deformaciones que dificultan apreciar su origen y su razón, y que es aquí, en San Vicente Arana, una expresión viva de folklore y de cómo se apreciaba desde la más remota antigüedad estas prácticas, tan en boga en el medio rural.

Buena prueba de ello es ese toque de campanas durante la noche de Santa Águeda o de San Juan, que proporcionaba a los mozos de San Vicente –y a otras muchas aldeas alavesas- unas azumbres de vino y unas monedas para festejar el día siguiente a la santa, y que el consejo pagaba. Seguro que contribuía con ello a evitar los maleficios de las tormentas durante el verano.
El agua de San Gregorio, y el ramo del Domingo de Ramos, rociado con agua bendecida del Sábado Santo, eran también parte central en el rito de conjuros contra las tormentas, plagas y enfermedades del campo y del ganado. A los que en San Vicente se les pasaba bajo la cabeza del propio San Gregorio traída para ello, desde su santuario de Sorlada, provincia de Navarra, en momentos de gran apuro, como fue en 1744, en esta maravillosa villa de San Vicente de Arana.
Hasta aquí, ha sido una copia.
Pero yo he oído cosas de Santa Teodosia que no están escritas y no sé si serán ciertas. Yo, lo dudo porque no están escritas. ¿Quién sabe lo que pasó antes de construirse la ermita actual? Yo oí decir a gente anciana que también ellos oyeron en su juventud a otros mayores, que cuando la ermita estaba en la Sierra de Entzia, en un estado ruinoso, se juntaron las autoridades de estos pueblos para tratar qué se hacía con la imagen de la santa, y no se ponían de acuerdo, porque decían que todos tenían derecho de llevar la santa a su propio pueblo, y los demás se enfurecían. Los que más querían llevársela eran los de Onraita, pero los de San Vicente se comprometieron a hacer una ermita nueva en el mismo puerto, pero en la sierra de Bitigarra. Hubo votación y ganaron y ganaron los de San Vicente. Así nadie se la llevó a su pueblo.
Estas cosas se vienen contando de generación en generación, desde siglos. Mas no son dogma de fe ¿no os parece?

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