18 de noviembre de 2008

Radiestesia

Yo, León Querejazu, al ver en el periódico “El Pensamiento Navarro” una crónica escrita por el Sr. Cura de Egillor, sobre la Radiestesia, me he puesto muy alegre, porque yo hace 35 años, vi que obraba verderos milagros con los enfermos que acudían a él. Y, sobre todo, con mi mujer, que según el especialista de Vitoria, que le venía visitando durante un año y en este tiempo había perdido 20 kilos y no podía comer nada, todo lo devolvía con arcadas.
A mí me dijo el especialista: su señora no tiene remedio.
Entonces, yo me marché de casa, de esta forma, a buscar remedio.Había oído, que en un pueblo de Navarra, que se llamaba Egillor, había un curauraba a todos los desahuciados. Pero a mi nadie me decía en qué parte de Navarra se encontraba ese pueblo. ¡Y Navarra es grande!


Así que, salí una mañana de Alda, antes de amanecer, a pie, fui a Larraona y en el coche correo –que salía a las 8 de la mañana- bajé a Estella. Allí cogí un coche de línea –saqué billete hasta Pamplona-. Me recorrí todo Pamplona de punta a punta, y ni guardias ni policías ni nadie me daba razón.
Entonces, con la esperanza perdida, fui a la estación de autobús con intención de volver a casa. Eran las 5 de la tarde, estaban ya saliendo los autobuses, cada uno a su destino.
Pero me paré junto a una fila de viajeros que estaban sacando billete, y gracias a Dios, me fijé en una mujer anciana y la oí que pidió 2 billetes a Egillor. Me fijé más. La oí que le preguntó al taquillero ¿Cuánto es? Y el taquillero le respondió: a 6, 12 pesetas el suyo y el del nieto.
Entonces, me acerqué donde la anciana y le pregunté ¿Usted por casualidad es de Egillor? Y me dijo: No, Sr. ¿por qué la pregunta? Entonces le respondí que me había fijado que había sacado 2 billetes para Egillor.
Y me dijo: es que los de mi pueblo y los de Egillor nos bajamos en el mismo apeadero.
Entonces le dije yo: ¿en qué coche va Ud.? Y me respondió: en éste que va a salir enseguida.
Le dije que no conocía el terreno pero que quería ir a Egillor. Ella me dijo: saque el billete y venga, que aquí le espero. Así que con aquella mujer y en aquel autobús, yo encantado de la vida le comuniqué el motivo de mi viaje. Élla me contó muchos milagros que a mi me dio mucha alegría.
Nos apeamos juntos y me dijo: Ud., por este camino va a Egillor, y yo por este a mi pueblo. Así que yo fui a casa del Sr. Cura. Le llamo y sale a la puerta una Sra.
Le pregunto si está el Sr. Cura y me dice: pase Ud. A la cocina –que estaba cerca de la puerta-. Paso y me hace sentar en una silla junto a una mesa pequeña. Élla se sienta enfrente, al otro lado de la mesa. Abre el cajón de la mesa y saca una especie de postal que en vez de tener la foto de una persona normal era solamente un esqueleto.Entonces me preguntó: ¿Para cuántos viene Ud? Yo seguía callado, pero ella como si tuviera prisa me volvió a preguntar: le digo, a ver para cuántos viene Ud.
Yo le dije que para tres.
Ella me dijo: dígame el nombre de cada uno. Entonces le respondí: Julián Sáez – de Kontrasta- que fue quien me dijo que el cura de este pueblo curaba, pero no sabía dónde estaba este pueblo.
Bueno, al decirle al ama del cura el nombre de Julián Sáez de Contrasta, con la mano izquierda tenía la postal del esqueleto y en la derecha un péndulo. Cuando iba a recorrer el péndulo por el cuerpo para buscar la enfermedad, el péndulo se paró en la cabeza, y no se iba hacia abajo del cuerpo. Entonces, ella dejó las cosas de encima de la mesa, me mira a mí y me dice: este hombre está muy mal.
Yo le dije: No sé cómo estará pero ayer me junté con él en el campo y me mandó venir aquí. Entonces, volvió a coger la tarjeta y el péndulo y otra vez me dice: este hombre está muy mal.
A este hombre le han pasado las corrientes eléctricas y le han hecho mucho daño. Yo le dije: ¿se podrá curar? Me respondió: Sí cuando tome el medicamento que yo le voy a dar.


Luego me dijo: dígame otro nombre, a lo que respondí: Gregoria Ruiz de Eguino, mi mujer. Entonces élla, cogió la tarjeta y el péndulo, lo pone al par de la cabeza y lo baja hasta el vientre.
Yo le digo: ésta tiene úlcera.
¿Quién le ha dicho a Ud. que tiene úlcera? me responde.
Mire, desde hace un año le está tratando un especialista de Vitoria y todas las boticas que le receta son para úlcera, y me dice:
Pues yo le digo a Ud. Que no tiene úlcera y dentro de 8 días comerá alubias y tocino.
Entonces le dije yo, como en un año había perdido 20 kilos y cómo no podía pasar ni la leche, que todo lo que echaba a la boca lo devolvía con arcadas. Élla me veía a mí muy preocupado. Y me volvió a decir: no se apure, que dentro de 8 días estará completamente bien, comiendo de todo y que recuperará los kilos perdidos y que trabajará normal.
Entonces, le dije yo: a mí me recomendaron al Sr. cura. Y me dijo: es igual.
Y según estábamos hablando llegó el Sr. Cura. Venía de otro pueblo que estaban los albañiles arreglado la iglesia, y como era sacerdote de dos pueblos tenía que estar con los albañiles.
Luego, hablando con él me dijo lo mismo que la criada, y ,me decía cosas que yo no comprendía. Él me miró y me preguntó: ¿pero es que no cree Ud lo que le estoy diciendo?
Entonces, le dije yo:
Mire Ud., a mí me cuesta entender cómo puede saber Ud., cómo es mi mujer si no la ha visto nunca ni en fotografía.
Me dijo: muy bien, ahora dígame Ud. a mí qué tiene que hacer en su casa para oir Radio Requeté de Pamplona.Y yo le respondí: Tengo que saber dónde está esa emisora para correr la aguja hasta dicha frecuencia.
Él me dijo: muy bien. Pues así como Ud. busca la emisora, yo también tengo que saber dónde está su mujer para pensar en ella y por medio de ondas veo las enfermedades.
En resumidas cuentas que con los remedios que me dieron, hice lo que me mandaron y en 8 días se curó Goya sin salir de casa, como dijo el cura de Egillor.
Así que nunca le agradeceremos bastante.

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